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viernes, 11 de febrero de 2011

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Una vez vi una serie en la que un hombre moría.
-Pobre hombre- diríamos todos, y cambiaríamos de canal. O no. Hay veces que simplemente por casualidad,te quedas a ver que lastimeros dialógos han elegido para él los gionistas americanos encargados de hacer esa mierda de pelis de clase B para las sobremesas de Antena 3. Este hombre, antes de morir, le decía al joven que estaba con él que temía morirse. No por el miedo a sufrir, o al más allá, si no porque ya no le quedaba nadie: no se había casado, no tenía hijos ni familia, y sus pocos amigos ya habían muerto.
-Será cómo si nunca hubiese existido-dijo, y el pobre joven empezó a llorar, y yo con él.
Siempre se dice que cuándo muere alguien, nunca muere del todo si se le sigue recordando. Que siempre queda en el corazón de los que le amaron vivo, y le siguen amando muerto. ¿Pero qué ocurre cuándo no hay nadie más, cómo le pasó a este señor? Nadie que hable de él a sus hijos, a sus nietos. Nadie que tenga una foto suya en la repisa de la chimenea. Nadie que escriba sobre él. Cuando muera, no ´habrá nadie para corroborar que una vez existió.
He de reconocer que es uno de mis mayores miedos: quedarme sola sin que venga nadie detrás de mí. No puedo soportar la idea de imaginarme sin descendientes( supongo que de ahí viene mi obsesiva idea por los árboles genealógicos xD)
¡Pero es que no puedo evitarlo! ¿Cómo no querer preguntarse de dónde venimos?¿ cómo eran los que nos trajeron al mundo?
Cuando este verano estuve en Canadá, me maravillé al enterarme de la gran cantidad de mezcla que tenían. Una de mis amigas era hija de una chilena y de un libanés, a su vez descendientes de alemanes y españoles, y ni siquiera le llamaba la idea de buscar sus raíces. Yo no podría estar así. No sé si es curiosidad o tengo algún trastorno, pero es la verdad.
Personas que nacieron, lucharon, se enamoraron, quizás pensaron lo mismo que yo...y al morir tuvieron la certeza de saber que en Navidad se contarían historias sobre sus hazañas, que su legado, todo por lo que habían vivido no se perdería.
Y yo quiero lo mismo. Quiero que mi vida sirva para algo, que se me recuerde y mis hijos hablen sobre mí. No quiero morir sola, preguntándome si realmente mi vida habría valido la pena. No quiero que mi último pensamiento sea el de ese hombre: Será cómo si no hubiese nacido.

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